jueves, 3 de diciembre de 2015

2º BACH. LIT. UNIVERSAL: FERNANDO PESSOA

El pasado 20 de noviembre el periódico El Mundo publicó un artículo del poeta y novelista Juan Bonilla, que os reproduzco a continuación por su especial interés:

LA ORQUESTA DE PESSOA

"Acaso la gloria sepa a muerte e inutilidad y el triunfo huela a podredumbre", le dice un joven Pessoa en una carta a su madre. La leyenda quiere hacernos creer que Pessoa se fue al otro lado del tiempo como autor casi inédito y silenciado por propia voluntad, dejando un arca de papeles en el que había enterrado todos sus tesoros para que la posteridad lo descubriese: nada más lejos de la realidad. Pessoa llevó una vida literaria ajetreada, apenas publicó libros en vida, es cierto, pero no hubo revista literaria importante en Portugal que no acogiera sus versos o sus prosas. El mismo estuvo tras algunas de aquellas publicaciones y fue editor de libros que levantaron el escándalo en Portugal -las 'Canciones' de Antonio Botto, el 'Sodoma Divinizada' de Raúl Leal, y un libro de poemas en prosa del pintor Almada Negreiros. Y, sobre todo, fue un maestro, un maestro vivo, un maestro defendido y adorado por sus discípulos -los muchachos de la revista 'Presença', por ejemplo. Por supuesto que el gran público no lo conocía -lo explica bien José Luis García Martín en el prólogo a su traducción de la poesía de Pessoa, 'Plural Esencial' (Renacimiento, 2015)- pero eso podía decirse de casi todos los grandes poetas de la época: ni a Luis Cernuda, ni a Gottfried Benn, ni a T. S. Eliot iba la gente pidiéndole autógrafos cuando paseaban. Así que no, la primera pared del mito Pessoa es una construcción con su punta de fantasía: no era un desconocido, no era sólo autor de piezas escondidas en su arca de inéditos que estaban esperando la luz del futuro para hacerse legibles. Una gran parte de su obra poética más conocida hoy, y la narrativa, fue impresa en las revistas de su época. Otra de las paredes del mito Pessoa es su desdoblamiento en diferentes personalidades. Los cuatro evangelistas se les ha llamado: Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Bernardo Soares. Son poetas distintos y no lo son tanto: digamos que tan distintos como el Alberti neopopular de 'Marinero en Tierra', el surrealista de 'Sobre los ángeles' y el gongorino de 'Cal y Canto'. La fecundidad de Pessoa, y la necesidad, precisamente, de colaborar en el medio idóneo para la poesía, y la vida cultural en general, en su época, la revista literaria, quizá le facilitó la empresa de crear poetas distintos para acoger sus distintas voces. La voz de la naturalidad y la lógica desarmante de Alberto Caeiro, la voz neoclásica y limpia de Reis, la voz de furioso futurismo masoquista de Alvaro de Campos, la voz que convierte en mágica la rutina, y el tedio y la repetición de Bernaro Soares: esos son en esencia los baluartes del milagro heteronómico de Pessoa. Uno de los apuntes del 'Libro del desasosiego', la obra mayor de Soares -y quizá la obra mayor del corpus pessoano- dice: "Ni el placer ni la gloria ni el poder: la libertad, únicamente la libertad". Pessoa dio una explicación precisa a la aparición de sus heterónimos: un día, por gastarle una broma a Sá Carneiro, pensó en inventarse un poeta bucólico, Alberto Caeiro, y presentarlo como real, como un descubrimiento suyo; esbozó su personalidad, pero no fue más lejos hasta que, el 8 de marzo de 1914, en una cómoda alta, comenzó a escribir de pie, y de un tirón, en una especie de éxtasis, treinta y tantos poemas seguidos, 'El guardador de rebaños', la obra maestra de Caeiro. En la carta, escrita en 1935, en que Pessoa cuenta el nacimiento de sus heterónimos, el poeta dice: "Fue el día triunfal de mi vida: había aparecido en mí, mi maestro". Precisamente por eso, por la aparición de una voz que era anterior a su propia poesía, lo que a continuación hizo fue escribir una serie de poemas desde Fernando Pessoa en que se evidenciara la huella de su maestro Caeiro. Luego se le ocurrió la idea de inventarse otros discípulos: Alvaro de Campos, de quien escribió de un tirón la larguísima 'Oda Triunfal', y Ricardo Reis, la voz del neopaganismo encauzada en estructuras clásicas. Un día, pues, milagroso para la poesía portuguesa.

La carta, enviada a Casais Monteiro, se ha tomado como un documento fidedigno de lo ocurrido, como si Pessoa no pudiese, al recordar aquella jornada, fantasear un poco y dejar que los más de 20 años transcurridos entre el suceso y la crónica permitieran añadirle un poco de épica a tan desorbitado lirismo. Sea como fuere, los heterónimos de Pessoa nos lo muestran en efecto como un poeta plural que es capaz de conservar, a la vez, la personalidad de cada uno de los poetas que lo integran. Por raro que parezca, no es tan raro. Entre nosotros el mismo Gerardo Diego que era capaz de escribir versos a la novia o romances al Duero o un Vía Crucis, escribía también los más brillantes poemas creacionistas: era por la mañana un poeta tradicional, degustador de los clásicos, y por la noche una voz eufórica de la vanguardia.El nacimiento del mitoFue a partir de 1942, con la publicación de los primeros tomos de sus 'Obras Completas' -un tomo para la poesía de cada heterónimo, y otro tomo para la poesía del propio Pessoa- cuando empezó a ponerse en circulación el mito: un mito sustentado en la biografía del poeta -un hombre solitario, amigo de la rutina y el ocultismo, autor de paradójicos cuentos policiales, con un solo amor conocido, Ophelia Queiros, al que renunció dos veces,que guardaba en un arca una explosión de versos y prosas- y en una obra que sigue en pie, susurrándonos, sin pomposidad alguna, la milagrosa metafísica de la insignificancia, la poderosa majestad del río de nuestro pueblo o la extrañeza incansable de "ese episodio de la imaginación que llamamos realidad", según se lee en uno de los apuntes del 'Libro del Desasosiego', cuya primera edición data del año 1982. Es éste la cima de la obra pessoana: un libro de radiante modernidad, hecho de fragmentos, que se salta cualquier barrera entre géneros, que es retrato de la ciudad de Lisboa y diario íntimo, una obra abierta, discontinua, donde los apuntes líricos se enlazan con los narrativos y las reflexiones filosóficas con estampas de enigmático costumbrismo, un libro que va revelándonos como pocas obras, según palabras de Antonio Sáez Delgado, la problemática del desasosegante discurso identitario de la modernidad.

La presencia de Pessoa en España, sigue, por lo demás, en muy buena forma. Desde que Ángel Crespo tradujera una breve muestra para Adonais, y luego la ampliara en un libro publicado por Austral, desde que José Antonio Llardent lo editase en Alianza, hasta hoy mismo, mucho Pessoa está a nuestro alcance. En los años 80 fue importantísimo el número monográfico que le dedicó la revista 'Poesía'. Crespo escribió una excelente biografía -y se tradujo la monumental biografía de Gaspar Simoes. 'El libro del desasosiego' ha tenido varias ediciones, la última de las cuales, con nueva ordenación de Jerónimo Pizarro, salió en Pre-textos en traducción de Saez Delgado. En cuanto a su poesía, ninguna puerta de entrada más apropiada que la antología de García Martín: ahí están los poemas imprescindibles de los Pessoas, del Pessoa ortónimo, el Pessoa inglés -'Antínoo y los Sonetos'-, de su maestro Caeiro -'El guardador de rebaños', los 'Poemas Inconjuntos'- de Ricardo Reis -sus 'Odas neopaganas'- y del enérgico Alvaro de Campos -que soñó un libro futurista que se titularía 'Arco de Triunfo' y que escribió poemas tan indispensables como 'Lisbon Revisited', 'Oda Marítima', 'Estanco', 'Al volante de un Chevrolet robado'-. 'Mi alma es una orquesta oculta', dice Bernardo Soares en el 'Libro del Desasosiego'. La orquesta de Fernando Pessoa sigue sonando, sigue prestando su milagrosa música particular a este episodio de nuestra imaginación colectiva que llamamos realidad.



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