viernes, 21 de marzo de 2014

LITERATURA UNIVERSAL: HENRY JAMES

En esta ocasión, el apartado al que hace referencia la siguiente reseña de Guelbenzu es el de los orígenes de la novela policíaca. En ella se habla del libro Cuentos de detectives victorianos. Varios autores. Selección y prólogo de Ana Useros. Traducción de Catalina Martínez Muñoz. Alba Editorial. Barcelona, 2014. La reseña se publicó el 8 de marzo de 2014.

EL MISTERIO ES SIEMPRE EL MISTERIO

EL GÉNERO DETECTIVESCO nació y se consolidó en la Inglaterra victoriana, aunque hay que reconocer que mantiene algunas deudas con ciertos autores franceses como Emile Gaboriau o Gaston Leroux, y aunque reconozcamos igualmente que el primer ejemplo de detective deductivo se concibió en Norteamérica, de la mano e imaginación de Edgar Poe; lo cual tampoco es tan claro, como demuestra el primer relato de esta antología, La cámara secreta, de William Burton, que plantea por vez primera un asunto clásico: el problema de la habitación cerrada. Pero, en definitiva, lo importante de esta antología es el acierto con que nos introduce en el mundo y momento en que nace y se desarrolla el más famoso de los detectives del mundo: Sherlock Holmes.

La mayoría de los autores aquí recopilados han pasado a la historia tras cumplir con su momento de gloria; de hecho, solo sobreviven Dickens, Wilkie Collins, Conan Doyle y, en menor medida, M. P. Shiel. Esto hace doblemente interesante la antología porque despliega ante nosotros un material, si no perdido, sí olvidado. Y lo cierto es que leyendo estos cuentos vamos a encontrar interesantes historias que conforman el caldo de cultivo de un género que alcanzó su máxima sofisticación en la primera mitad del siglo XX.

Los detectives que pueblan estos relatos son hombres esforzados que persiguen delincuentes con más tenacidad que ingenio. Hay carreras, persecuciones, mamporros y bajos fondos o persecuciones rurales por doquier. Los mismos Dickens y Collins se dedican a presentarnos a los policías como un equipo de decididos defensores de la ley y el orden, de manera un tanto naif en el primero y con un excelente sentido del humor en el segundo. Pero lo cierto es que, en el conjunto de autores, lo que encontramos son los temas y tipos que harán del género una literatura de éxito y el paso de la aventura folletinesca al relato deductivo.

Por ejemplo, ¿quién iba a sospechar que ya en la época victoriana había mujeres detectives? Pues ahí están la Loveday Brooke del relato de C. L. Pirkis o la detective profesional Dorcas Dene, que dispone hasta de un redactor de sus aventuras, lo mismo que Holmes dispone de Watson. No es la única, también el Martin Hewitt de Arthur Morrison dispone de cronista y, en su caso, se trata de un detective deductivo a lo Holmes aunque más pegado a la realidad. Hay policías que cuentan sus casos, como sucede en los relatos de McLevy, aunque son simples porque Scotland Yard está recién creado y no importa tanto la sorpresa como la creación de un clima. El que firma Waters introduce por vez primera análisis de laboratorio y estudio de pistas; y tenemos ejercicios de desencriptamiento de un texto como en el caso de Forrester. Hay aventuras puras, como en el caso de ‘La misteriosa pierna humana’, donde la emoción procede de la necesidad de evitar que una carta llegue a su destino, muy a lo Collins, dentro de un chantaje. Hay autores como Grant Allen, de enorme cultura y decidido darwinista, que se revela como un autor sutil, ingenioso y bromista, y no faltan ni un secreto del pasado ni el detective diletante, deductivo, rico por su familia y opinante sobre todo lo divino y humano como el príncipe Zalesky de Shiel, que todo lo resuelve desde su chaisse longue. También disponemos de una escritora, caso todavía infrecuente en el género: Ellen Wade.

En resumen: un libro inexcusable para los amantes del género. Y para los que no lo son. Al fin y al cabo, el misterio es siempre el misterio.




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