Fernando
Pessoa: Escritos sobre genio y locura. Edición, prólogo y traducción de Jerónimo
Pizarro. Acantilado, 2013, 400 pp., 24,00 euros
El Cuaderno
FERNANDO PESSOA
Los equilibrios de la razón
Entre el deseo y el temor de la locura
Andrés Catalán
Recuerdo leer un decálogo de
Roberto Bolaño acerca del arte de escribir cuentos en el que medio en broma medio
en serio recomendaba, para no caer en la tentación de contar siempre lo mismo,
no abordarlos de uno en uno, sino de tres en tres, de cinco en cinco, de nueve
en nueve o incluso de quince en quince. En el caso de Fernando Pessoa tal
premisa, la de escribir incesantemente multiplicando los proyectos, no tiene
nada de humorada y es, de hecho, la causante de la inabarcable obra dispersa y
fragmentaria que produjo, bajo tantos otros múltiples heterónimos, y que se
conserva en el inmenso fondo pessoano de la Biblioteca Nacional
de Lisboa. Es de ese fondo de donde Jerónimo Pizarro rescata este volumen,
elaborado a partir de diversos manuscritos, entre los que destaca, por extenso,
el catalogado como «Ensayo sobre la degeneración (genio y locura)», y que
aborda por extenso diferentes fenómenos como la relación entre locura y genio,
la originalidad, el talento, la salud, la belleza o, desde una visión
psicológica, la polémica Shakespeare-Bacon (que tanto le interesa, dada la
posibilidad de la heteronimia).
Grados de nerviosismo
Desafiando a Borges (siempre hay
una cita del argentino para todo), que definió la genialidad como la más burda de
las tentaciones del artista, Pessoa, convencido (o eso parece querer hacernos
creer) de su doble condición de loco y genio, se afana en rastrear, analizar y reflexionar
acerca de las relaciones de ambas fenomenologías, esto es, en responder
preguntas como ¿depende el genio de la locura?, ¿es la locura condición sine qua non del artista? Diagnosticado
a sí mismo como un histérico-neurasténico, el ávido lector de libros sobre
psicopatología que era Pessoa, como indica Jerónimo Pizarro en otro lugar, se
sirvió de sus conocimientos para crear y dotar de personalidad a sus
heterónimos. Así,por ejemplo, su Charles Robert Anon dirá de sí mismo que es un
«hombre; dieciocho años de edad, soltero (excepto en extraños momentos), megalómano,
con toques de dipsomanía, dégénéré supérior, poeta»; Álvaro de Campos podrá escribir aquello
de “¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?/ ¿Ser lo que pienso?
¡Pero pienso ser tantas cosas!/ ¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que
no puede haber tantos!/ ¿Genio? En este momento/ cien mil cerebros se conciben
en sueños genios como yo,/ y la historia no marcará,¿quién sabe?, ninguno,/ ni
habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras./ No, no creo en mí./ ¡En
todos los manicomios hay locos con tantas certezas!»; y el Bernardo Soares del Libro del desasosiego se entregará al
torbellino de melancólicos pensamientos que lo caracterizan.
Cabría preguntarse qué interés
tienen para el lector común los análisis que recoge este volumen, elaborados generalmente
en un tono clínico y categórico que difiere totalmente de las líricas
digresiones del Soares. Aunque en estas también actúa como motor principal la
neurosis, enfermedad inevitable del homo
urbanitas, todo lo que en Soares es angustia con fondo de calles, reflexión
donde se percibe la respiración del que piensa, es en la prosa más bien fría de
estos Escritos total silencio de
fondo, un desnudamiento de tranvías y trajines que hace que las ansiosas
reflexiones en torno a la propia ansiedad resulten ligeramente antipáticas en
ocasiones, emocionalmente distantes casi siempre. Hay, con todo, momentos
impagables, en especial cuando Pessoa se aplica al diseño de clasificaciones y
listas. Por ejemplo,al ordenar los artistas por su grado de
nerviosismo (de menos a más,
pintores, escultores, arquitectos, poetas, músicos) o al diseccionar comportamientos:
«Un hombre que se contradice a sí mismo, lo hace... 1) por voluntad, y entonces
se trata de un canalla inteligente; 2) después de haber pensado seriamente
sobre las dos cosas, y entonces es un desequilibrado mental; 3) por incapacidad
de pensamiento, y entonces es un imbécil».
Respecto a la cuestión principal,
lo de menos, probablemente, sean las conclusiones a las que llega Pessoa. Que
el genio involucra tres ideas, superioridad, originalidad y actividad; que el
trabajo artístico es mórbido y antisocial; que el genio es locura, «megalomanía
razonadora», pero locura «más suave y equilibrada»; que consiste en una asociación
anormal de ideas; que el genio es sencillo, el creador «de una nueva
simplicidad»... Para tales afirmaciones bastaría acudir a un manual de
psicología de la época (aunque probablemente es taría mucho peor escrito). Lo
que merece la pena del libro es el juego que parece transparentarse entre el
deseo del autor de considerarse un loco, el secreto, o no tan secreto, anhelo
de considerarse alguien anormal dotado para lo diferente, y el miedo a heredar
la locura de su abuela, a no poder controlar el sentido de la profundidad de
sus pensamientos. Esto es, el equilibrio entre el deseo y el temor, entre el
juego literario y el juego vital, el debatirse entre el análisis sincero y la
pose consciente por parte del maestro indiscutible de las poses de la
literatura europea.
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