VIVOS GRACIAS A LA PALABRA
En 1553, en la ciudad italiana de
Ferrara, el duque Hércules II de Médici autorizaba la publicación de la primera
edición impresa de la Biblia
judía en castellano. Sus responsables, Yom Tob Atías y Abraham Usque, prometían
en la portada que el volumen era una traducción "palabra por palabra de la
verdad hebrayca". "Y, efectivamente, lo es", señala Uriel
Macías, "pero tanto es así que la sintaxis del texto es la hebrea, no la
castellana. Los propios autores reconocían que eso hacía que el libro fuera muy
difícil de comprender". Aun así, fue la edición de referencia para el judaísmo
sefardí durante los siguientes dos siglos.
Palabra por palabra es el título
de la muestra organizada por la Fundación Don Juan de Borbón España-Israel que,
hasta el 26 de octubre, expondrá en el Círculo de Bellas Artes de Madrid 91
volúmenes de la colección particular de Macías, incluidos algunos fragmentos de
la Biblia de
Ferrara. "Tienen una historia muy curiosa", indica su propietario,
que también es el comisario de la exposición. "La Biblia fue destruida y sus
hojas se utilizaron para encuadernar. Solo unas pocas páginas se han podido
recuperar".
La inmensa mayoría de la
colección, por el contrario, está en mucho mejor estado. 70 son ediciones
completas de la Biblia
o de libros bíblicos, mientras que el resto son oracionales. La muestra permite
dar un vistazo a tres siglos y medio de cultura editorial en judeoespañol. El
más reciente de los volúmenes expuestos es una Biblia, en hebreo y ladino,
publicada en Buenos Aires en 1946. La traducción respeta "en la medida de
lo posible" el principio de "palabra por palabra" de la Biblia de Ferrara.
Macías heredó los primeros libros
de la colección de su padre, Moís, también bibliófilo. "Pronto fue un
esfuerzo conjunto", recuerda. En principio, la colección era solo de
libros antiguos relacionados con el judaísmo. "Pero hace unos años me di cuenta
de que tenía muchas biblias en ladino", afirma.
El judaísmo fue una de las
primeras religiones en darle una importancia sagrada a la palabra frente a la
imagen. "En la vida cotidiana, el pueblo judío ha convertido los textos en
su referencia y su identidad", recuerda Macías. "Somos el pueblo de
los libros". Copiar la
Biblia hebrea para el culto requiere un elaborado ritual.
"Incluso es obligatorio bañarse antes de escribir ciertas partes".
Pero para el ritual semanal, el
judío practicante necesitaba, y necesita, una ayuda. "Los cultos en la
sinagoga son muy participativos; los fieles cantan", apunta Macías.
"Estas Biblias impresas surgieron para ayudarles durante el culto formal.
Por un lado, el texto en hebreo, para poder seguir el canto, y por otro en un
idioma que comprendiese, para poder entenderlo".
Otros libros bíblicos, como el
del Cantar de los Cantares y el de Rut, estaban dedicados al culto en
determinadas ocasiones del año y a la educación de los niños. Un ejemplar del
libro de Rut, que se usa especialmente en la Fiesta de las Semanas (o Shavuot), publicado en
1921 en Salónica (hoy Grecia), dice "Ordenado en buena regla para el
embezamiento [educacíón] de la chiquez".
Desde su expulsión, la comunidad
judeoespañola se dividió entre los que escribían el ladino en el alfabeto
romano (especialmente en las grandes urbes del norte de Europa, como Amberes y
Amsterdam) y los que lo escribían en alfabeto hebreo, el llamado aljamiado
(sobre todo en Constantinopla (hoy Estambul), Venecia y Salónica. Los
ejemplares más raros son estos últimos. "Las ciudades de Oriente se
incendiaban a menudo y tenían menos cultura bibliófila", apunta Macías.
"Además, mientras los coleccionistas pueden leer sin problemas un texto en
latino, es mucho más difícil leer un texto en alfabeto hebreo, aún más la
versión simplificada que se utilizaba para el judeoespañol".
Uno de los objetivos de la
exposición es romper con esa imagen de una cultura voluntariamente arcaica y
dejar claro que el ladino era —y es— el idioma de una comunidad centenaria que
se desarrolló al tiempo que las lenguas e identidades culturales propias de
España. "El mundo sefardí necesitaba los textos en judeoespañol porque era
su lengua", afirma Macías. "La lengua judeoespañola ha evolucionado
durante siglos tras la ruptura con la metrópoli, de forma similar a como ha
evolucionado el español de América. Y se ha escrito gran cantidad de
literatura, no necesariamente de buena calidad, pero de todo tipo, incluyendo
periódicos". Y recuerda: "En 1492 se expulsaron familias que llevaban
1.500 años en la
Península. Los sefardíes no mantuvieron la lengua y la
cultura de España; fueron fieles a su propia lengua y a su propia cultura".
Publicado en El País del 23 de septiembre de 2014
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