En 1989 cierra la trilogía rodando Mystery train, su
película narrativamente más compleja y la más diferente respecto a las dos
anteriores. Jarmusch prueba esta vez con el uso del color, reflejando de este
modo el peculiar y extravagante argumento del filme: compuesto por tres
historias independientes que ocurren simultáneamente en el mismo lugar, el
Arcade Hotel de Memphis. Sólo un detalle, que será descubierto a medida que
pasan los minutos, les une: la presencia, de uno u otro modo, del Rey del Rock,
Elvis Presley.
En la primera historia, titulada Lejos de Yokohama, vemos a
una pareja de jóvenes japoneses, Jun y Mizuko que llegan a Memphis a pasar unos
días de vacaciones, especialmente atraídos por la figura del Rey del Rock que
vivió y murió en su mansión Graceland de Memphis. Este corto está formado,
escena tras escena, por lo que se conoce como “tiempos muertos”, es decir,
tiempos sin transcendencia. Estos minutos son aprovechados por Jarmusch para
mostrarnos la solitaria ciudad de Memphis: antes de que se hospeden en el hotel
Arcade, hacen un recorrido por la ciudad, que destila melancolía y pasividad.
La pareja japonesa pasa la noche en el hotel hablando sobre las diferencias y
similitudes entre Memphis y Yokohama y comparando la figura y el mito de Elvis
con otros grandes objetos o personas de leyenda: la Estatua de la Libertad,
Madonna,…
Un fantasma es el título del segundo corto de Mystery train.
En él, como en todas las películas aquí comentadas, Jarmusch vuelve a la figura
del extranjero, esta vez se trata de una joven italiana que espera un vuelo en
Memphis para transportar el cadáver de su marido de vuelta a Roma. Después de
volver a hacer un recorrido por las depresivas calles de Memphis y de dejarse
engañar dos veces, se hospeda en el hotel Arcade. Allí comparte habitación con
una chica de la ciudad que va a huir al día siguiente para intentar olvidar a
su ex novio “Elvis”, personaje delincuente que será protagonista en el
siguiente corto. Durante la noche en el hotel, a Luisa, la mujer italiana, se
le aparece el fantasma del verdadero Elvis. Simplemente se disculpa por haber
aparecido en el lugar equivocado y vuelve a desaparecer. Luisa, después de está
mística experiencia, queda inmersa en un estado de alucinación durante toda la
noche. Al día siguiente, las dos mujeres se despiden y, justo antes de
abandonar la habitación, al igual que la pareja asiática, escuchan un disparo
de pistola.
Por último, el tercer corto titulado Perdidos en el espacio
nos da la clave de unión entre los tres episodios independientes. Este capítulo
comienza con el protagonista, Johnny, y su amigo en un bar emborrachándose.
Johnny está especialmente deprimido porque, además de perder su trabajo,
también ha perdido a su novia (la compañera de habitación de Luisa en el corto
anterior). Por culpa del alcohol y el mal genio se pone a “juguetear”en el bar
con un pistola cargada. Su amigo llama a otros compañeros para que acudan a
calmarle antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo consiguen sacar
del bar, hacen una parada en una licorería donde, casi de manera inconsciente,
dispara al dueño en el pecho y lo mata. Los tres amigos salen corriendo y huyen
del lugar. No saben donde ir, pero finalmente van al hotel donde se concentran todos
los personajes de Mystery train, al Arcade. El dueño del hotel es el cuñado de
uno de ellos y les deja, sin hacerles preguntas, una habitación para que se
refugien. Allí, tras pasar la noche totalmente alcoholizados, Johnny intenta
suicidarse, el hermano de su ex novia (que es uno de los dos amigos que le
acompañan) lo intenta parar y se lleva accidentalmente el disparo en una
pierna. A partir de este momento, huyen intentado buscar un hospital donde no
los atrape la policía. En los últimos minutos de la película, el coche en el
que huyen los tres protagonistas de este último corto se cruza con el tren en
el que la pareja de japoneses vuelven de las vacaciones y en el que va también
Dee Dee, la ex novia de Johnny, en busca de otro entorno donde vivir.
En Mystery train la figura de un mito tan potente como Elvis
da significado de tres maneras distintas a las vidas de los personajes
principales, totalmente independientes entre ellos. Jarmusch con su gusto por
revisar su país, en esta cinta disfruta tratando el mítico sur de Estados
Unidos ligado al blues y el rock. La figura del mayor mito musical de la
historia del sur de Estados Unidos funciona en tres niveles diferentes. En el
primero y más simple, como un chiste que sirve de conexión entre los tres cortometrajes
durante todo el rodaje, especialmente en dos casos: la figura del rey en un
cuadro en todas las habitaciones del hotel a la que, ni mucho menos, se ignora
y la canción Blue moon que en las tres historias escuchan los protagonistas.
Jarmusch también muestra como la cultura japonesa siente
profunda admiración por los mitos, las fábulas y leyendas de Estados Unidos.
Pero no desde un sentido de interés por la investigación o por la Historia,
sino abrazando únicamente la vertiente más superficial, la que se ve en la
televisión, la que se estampa en las camisetas. Así Mizuko, la joven japonesa,
dedica parte de la noche en el hotel a seguir completando un álbum que elabora
cuidadosamente, donde compara el rostro de Elvis con estatuas populares y con
otros mitos similares (la Estatua de la Libertad, Madonna, etc.). Por ello,
viven del mito, de la superficialidad, de la realidad fantástica que esconden
todas las figuras que fascinan a los individuos por el hecho de que han
fascinado a muchos tiempo atrás.
Mientras que la pareja de japoneses se mueven en busca del
mito, Luisa, la mujer italiana protagonista de la segunda historia, entra en
Memphis por casualidad. No obstante, a ella también le afectan las peculiares
tradiciones del sur de Estados Unidos. El director de Flores rotas (Broken
flowers, 2005) nos muestra como cada persona que pisa el sur de Estados Unidos
entra en contacto con su legado histórico, voluntaria o involuntariamente. De
hecho, en un bar un hombre le cuenta una gran historia sobre un encuentro que
tuvo con el verdadero Elvis, en el que le regaló un peine para que se lo diera
precisamente a ella, a una chica llegada de Roma. Lógicamente, la joven
italiana no se lo cree, y aún así, para quitárselo de encima, le da el dinero
que le pide. Posteriormente, en el hotel ve al verdadero fantasma… ¿es
fantasía? ¿es realidad? ¿no es la realidad más que las fantasías que crea
nuestra mente? Esto es lo que parece preguntarse Jarmusch. Si la figura de
Elvis era admirada por la pareja japonesa, en el tercer corto se da la visión
inversa de la estrella de rock. Johnny, debido a su aspecto físico muy similar
al de Elvis, no soporta verlo, y lo primero que hace al llegar al hotel es
pedirle a su compañero que dé la vuelta al cuadro en el que aparece el rostro de
la estrella, que está harto de ver su cara en todos lados. Así, en Mystery
train la figura-mito pasa de ser adorada a ser despreciada, pero nunca
indiferente.
En este filme todos los personajes parecen estar algo
dementes, desequilibrados, y aunque son completamente distintos entre ellos, sí
hay una frase que se repite en los tres grupos de los distintos cortos: “¡Vaya
hotel, ni siquiera tiene tele!”. La televisión y los medios que ayudan a
abstenerse de sus vacías y solitarias vidas, este objeto es el que buscan para
seguir pasando sus días, apartados de la realidad.
Extraído de (pincha en el cartel):
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